Me he molestado más de una vez cuando alguien intenta desprestigiar las lenguas indígenas al llamarlas dialectos; esta actitud hacia ellas es en gran parte producto de una confusión que claramente ha nacido de nuestra desinformación entre la diferencia de un idioma y un dialecto, pero también del absurdo prejuicio del estatus de una lengua, porque lo creamos o no, hasta las lenguas poseen cierto estatus, según la visión de la sociedad.
Para comprender el primer problema que nos ha traído a este punto, la desinformación, es necesario entender algo básico: Las lenguas están vivas y son cambiantes, no permanecen estáticas y esta realidad de las lenguas es la fuente de vida del estudio de la lingüística.
Haber captado lo anterior nos facilitará ir a lo siguiente, que es la distinción entre un idioma y un dialecto. Sin tantos rodeos, un dialecto simplemente es una manifestación distinta de un idioma, con características particulares propias de la región de donde surja.
Un ejemplo sencillo que nos permitiría entender esto sería el escuchar hablar a un mexicano con un puertorriqueño. Ambos hablan español, pero hablan una manifestación distinta de este. Es decir, hablan dialectos del español. Pero ojo, recuerden que los dialectos como tales no tienen forma escrita en un ámbito formal.
Cada idioma tiene un estándar escrito y hablado, aunque lo segundo solo está presente en la modalidad formal del habla.
Me gustaría aclarar que yo no desmerito los dialectos. Yo misma soy hablante de uno, el español mexicano, pero lo cierto es que yo estoy en contra de aquellos que, con el fin de menospreciar una lengua, malentienden el concepto, pensando que un dialecto es inferior a un idioma cuando simplemente son cosas distintas. Dicho esto, podemos hablar del segundo motivo de esta actitud que desvaloriza las lenguas indígenas y algunos dialectos: el prejuicio del estatus de una lengua.
En la sociedad, se puede observar que el comportamiento habitual del grupo de la lengua mayoritaria implica un esfuerzo agresivo por imponer su lengua al grupo cultural minoritario o el inevitable aislamiento del grupo minoritario debido a la barrera del idioma.
Estas acciones acorralan a los hablantes de la lengua minoritaria, dejándoles dos opciones: Aprendan nuestro idioma para que tengan mayores oportunidades o húndanse en la pobreza.
Esto sucede en México, en los Estados Unidos y en cada país que enfrenta torpemente el reto de una sociedad multilingüe.
Los casos no necesariamente tienen que tratarse de lenguas indígenas pues, aquí mismo, he escuchado testimonios tristísimos de cómo hablantes de lenguas minoritarias han sido pisoteados por hablantes de la “lengua más prestigiosa” por su barrera del idioma.
Estos conflictos de prestigio entre idiomas deben parar y la verdad es que en cualquier lugar donde se continúe ignorando la necesidad de enseñar el incalculable valor de las lenguas y la riqueza cultural e histórica que poseen cada una de ellas, la ignorancia, insensibilidad e indiferencia seguirán siendo una sombra presente y las lenguas minoritarias seguirán viéndose indefensas, enfrentando posibles situaciones de abuso y prejuicio.