Además de ser la directora de Programas Difusivos de Acceso Institucional y madre de tres hijos, Beatriz Becerra-Barckholtz dedicó su tiempo como voluntaria en el South Texas Family Residential Center en Dilley como intérprete de español para los inmigrantes que buscan asilo político en los Estados Unidos.
Inicialmente, Becerra-Barckholtz, quien es también miembro del consejo del National Center for Farmworker Health, fue voluntaria para el Dilley Pro Bono Project para interpretar a distancia desde fuera del centro de detención.
“Estaban buscando intérpretes de español que pudieran hablar al centro y ayudar a la gente que estaba allí mismo, que no hablaba inglés”, ella dijo.
Sin embargo, cerca de dos semanas antes de que empezara su tiempo de voluntariado, Becerra-Barckholtz se enteró de que había una posición disponible para un intérprete presencial.
“Cuando escuché que esa oportunidad estaba disponible, realmente quería hacerlo ya que, a pesar de que ser un intérprete a distancia es beneficioso, pensé que sería mejor hacerlo presencialmente, en persona”, ella dijo.
El Dilley Pro Bono Project “organiza a equipos de voluntarios para cada semana”, de acuerdo con immigrationjustice.us.
“DPBP pide que los voluntarios se comprometan a un horario de domingo a viernes y a que lleguen la tarde del domingo para una reunión de orientación obligatoria. Después de una emocionante semana, el equipo sale el próximo sábado, y un nuevo equipo llega para tomar el mando de los casos acumulados y continuar con el trabajo”.
Después de solicitar vacaciones para finales de agosto y haber terminado con todos los preparativos, Becerra-Barckholtz dijo que se aventuró hacia Dilley, que está 72 millas (116 km) al suroeste de San Antonio, para pasar una semana completa ahí “para ser una intérprete de español para los abogados que vienen de otras partes del país para hacer trabajo jurídico voluntario” en el South Texas Family Residential Center, el cual es un centro de detención para mujeres y niños operado por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés).
Ella recordó el meticuloso proceso por el que los voluntarios tenían que pasar para poder entrar a las instalaciones.
“Agarrábamos contenedores donde poníamos todas nuestras pertenencias”, dijo Becerra-Barckholtz. “Teníamos que poner todas nuestras pertenencias en una bolsa de plástico y teníamos que ponerla en el contenedor y teníamos que quitarnos nuestros sacos, todo. Teníamos que pasar por un detector de metales. Una vez que pasábamos por el detector de metales, teníamos que entregar nuestra licencia de conducir o nuestra identificación a cambio de una credencial”.
Ella y otros voluntarios daban asesoría y consejería a las mujeres antes de que fueran llamadas para sus entrevistas de miedo creíble. Antes de que existiera el Dilley Pro Bono Project, los solicitantes de asilo no contaban con ningún otro tipo de asesoría o preparación para sus entrevistas.
“Así que, estas mujeres entraban a sus entrevistas y no tenían ni idea, ni direcciones. No tenían entendimiento de lo que se les requería para poderles otorgar asilo aquí en EE. UU.”, dijo Becerra-Barckholtz. “Así que, con el trabajo voluntario que nosotros hicimos, ayudamos a estos inmigrantes a entender lo que significa mostrarles un temor creíble a los oficiales de inmigración. Un miedo creíble significa que ellos tienen que demostrarles a los oficiales de inmigración que hay un temor razonable por el cual ellos huyeron de sus países”.
Durante el tiempo que fue intérprete voluntaria, el centro de detención albergaba cerca de 1,500 a 1,800 inmigrantes principalmente de Honduras, El Salvador y Nicaragua.
Becerra-Barckholtz trabajó junto con Barbara Clark, otra voluntaria quien es una abogada de patentes de Ames, Iowa, para ayudar a las mujeres en el centro que no hablaban inglés.
“Barbara y yo hacíamos equipo y ella decía, ‘OK, esta es la siguiente persona en la lista’”, ella dijo. “Así que, las llamábamos por su nombre y entonces ellas se ponían de pie y nosotras las llevábamos a una pequeña oficina disponible ya que teníamos, digamos, que una serie de seis a ocho oficinas. Si estas no estaban disponibles, entonces solamente las llevábamos a una esquina del edificio portátil y hablábamos con ellas ahí”.
Becerra-Barckholtz dijo que, en ciertas ocasiones, tuvieron que entrevistar a mujeres acompañadas de sus hijos, a quienes también tenían que entrevistar.
“Eso era muy difícil de hacer debido a que teníamos que plantear preguntas difíciles a un niño de 9 años quien no necesariamente entiende lo que está haciendo en un centro de detención en Dilley, Texas”, ella dijo.
Después de la sesión de asesoría, las clientes, como se les dirige a las solicitantes de asilo en el centro, tienen que esperar a ser llamadas para sus entrevistas con un oficial de inmigración.
“Una vez que nos cuentan sus historias, entonces nosotros analizamos su situación con ellas y les decimos, ‘OK, cuando tengas tu entrevista con tu oficial de asilo, tendrás que mostrarles … que hay un temor real por el cual escapaste de tu país’”, Becerra-Barckholtz dijo.
Ella dijo que las solicitantes de asilo reciben una respuesta de un oficial de inmigración después de cuatro a cinco días después de sus entrevistas.
“Cuando van a hacer sus entrevistas, el oficial de asilo les dará ya sea una [respuesta] positiva en sus casos, significándose que serán liberados en EE. UU. con un monitor [electrónico] de tobillo para que empiecen el proceso de inmigración … aquí en EE. UU.”, dijo Becerra-Barckholtz. “Si obtuvieron una [respuesta] negativa, entonces tienen que comenzar con el proceso de ser deportados a sus países”.
El porcentaje de casos aprobados por ICE en el centro de detención de Dilley ha incrementado debido al apoyo de los voluntarios, de acuerdo con Becerra-Barckholtz.
A pesar de escuchar muchas impactantes historias de las mujeres detenidas en las instalaciones, la historia de una joven mujer, quien escapó de su país a causa de la violencia de un cártel del narcotráfico, se mantiene en su memoria.
“Esta joven señorita … estaba huyendo por que su familia era dueña de un terreno que el cártel quería quitarles para usarlo para cultivar sus drogas”, dijo Becerra-Barckholtz. “Así que, cuando el cártel fue y les dijo, ‘Pues, tienen que darnos sus tierras, les vamos a quitar sus tierras’, ellos se negaron a hacerlo. Entonces, de ahí aconteció que el cártel secuestró a uno de los familiares para extorsionarlos, así que, ‘Nos dan las tierras, nosotros les damos a su familiar’. Entonces, dos días después recibieron la noticia de que habían matado a su familiar, [quien] era el hermano de la joven”.
La mayoría de las mujeres en el South Texas Family Residential Center emigraron de sus países debido a las pandillas y la violencia doméstica, de acuerdo con las anécdotas de las mujeres en el centro que ella escuchó.
Siendo hija de padres migrantes mexicanos, Becerra-Barckholtz siente la necesidad de ayudar y espera ofrecerse como voluntaria el próximo año.
“Si mi familia estuviera tratando de entrar a EE. UU. durante el tiempo en el que vivimos ahora, me hubiera gustado que alguien ayudara a mis padres a entender el proceso”, ella dijo.
Al preguntarle como podría describir su experiencia en el centro de detención, Becerra-Barckholtz contestó, “Fue una experiencia asombrosa. Creo que la gente realmente puede adquirir un entendimiento de nuestro sistema de inmigración en EE. UU. … Me ha tomado un par de meses entender lo que esa experiencia significa para mí ya que fue muy interesante. … Siento que mi experiencia fue una inmersión en el corazón de la situación migratoria nacional en la que estamos viviendo actualmente”.
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